El quinto siglo paraguayo

¿SERÁ ESTE SIGLO LA OPORTUNIDAD PARA QUE NUESTRO PAÍS ALCANCE A DESPEGAR HACIA LA PROSPERIDAD?

El Paraguay, como territorio, fue descubierto por el portugués Aleixo García, aproximadamente en el año 1522, mientras éste usaba nuestro solar como plataforma de lanzamiento para una serie de actos de pillaje que se realizaron en los dominios del postrer imperio inca, hoy en día la hermana nación de Bolivia. Poco tiempo después se fundaba el fuerte de Nuestra Señora de la Asunción, y así comenzaba para nosotros los paraguayos, el siglo XVI, un interminable calendario de abusos, explotación humana y sufrimiento de nuestros antepasados indígenas y criollos sometidos por el conquistador español. El siglo XVII no hizo sino empeorar la situación de nuestros tatarabuelos criollos e indígenas, que fueron testigos del ataque de los bandeirantes, de los mamelucos, los excesos de la inquisición, las revoluciones comuneras y las batallas entre el gobierno y los jesuitas que se extendieron hasta el siglo XVIII.

El siglo XIX amaneció con una temprana revolución independiente, que trajo una brisa de esperanza y libertad a los corazones paraguayos, solo para terminar cayendo nuevamente en gobiernos autoritarios como los del Dr. Francia y la dinastía López, que desembocaron lamentablemente en la terrible guerra contra la Triple Alianza y la posterior dominación extranjera.

El siglo XX recibió con alegría a numerosos inmigrantes extranjeros que se unieron a nosotros en la tarea de construir una patria abierta y progresista; pero esa alegría fue acallada prontamente por una cadena de revoluciones internas y la sangrienta guerra del Chaco. Cuando logramos salir de guerras y revoluciones, quedamos nuevamente sumergidos en un autoritarismo -¿el último?- que duró medio siglo, y nos volvió aun más cerrados y herméticos todavía.

La llegada del siglo XXI a nuestra patria ocurrió poco después de que nuestro pueblo comenzara a caminar el sendero de sus propias decisiones: Libertad de elegir, libertad de prosperar, libre comercio, y libertad para proyectar nuestro destino. Todo ello en momentos en que las demás naciones del mundo comenzaban a derribar los muros y las pesadas cortinas que los separaban.

 

Hoy vivimos en un mundo donde las murallas comienzan a convertirse en puentes, donde los antiguos cerrojos se tornan negocios, donde las ideas son mejores que las ideologías y donde los objetivos son apertura e integración total. Ya no se trata de conquistar, sino de intercambiar. Comerciar resulta más lucrativo que saquear y liberar es mejor que trabar.

La cultura y el comercio se han vuelto más atractivos que las estrategias militares. La carrera armamentista se ha trocado por una rápida marcha hacia el progreso y la integración. Esta última es mucho más justa y humana que la anterior, y de hecho, si la integración es necesaria … luego, el progreso del Paraguay es imperativo.

Nuestro país necesita urgentemente de desarrollo y oportunidades reales de progreso, y la población está saliendo a las calles a reclamar cada vez con mayor énfasis, pero nuestros timoneles políticos dan la impresión de estar más preocupados por inconsistentes lealtades geopolíticas que por la realidad actual de seis millones de paraguayos. Pareciera que nuestro país es el único que aún sigue girando en arcaicos esquemas ideológicos, de los cuales el contexto internacional se ha emancipado con todo éxito.

Más allá de toda tendencia política internacional, el Paraguay requiere hoy de un reordenamiento urgente de las prioridades comerciales y productivas del país. Antes que el discurso de un embajador foráneo – debería preocuparnos qué produciremos y qué venderemos el año próximo o qué pondremos en la mesa del pueblo a la hora de almorzar.

Este es nuestro quinto siglo. Algo así como un cumpleaños muy especial para quienes hemos estado durante 500 años sumergidos en la oscuridad y el encierro.

¿Será éste el siglo del despertar paraguayo? ¿Será que despertaremos al mundo abriendo nuestras puertas a un intercambio cultural y comercial, libre, con el resto de la humanidad?

Ya es hora de dejar de ser mendigos y asumir la heredad que la naturaleza generosamente nos ha dado. En vez de pedir donaciones para solucionar el problema campesino o el problema de los sin techos, usemos nuestro potencial campesino para producir y generar la riqueza latente de nuestra tierra. Nuestra tierra y nuestro pueblo, debidamente guiados, cuentan con los medios para marchar por el camino de la riqueza y la prosperidad. No somos un país pobre, por más que pretendan hacernos creer tal cosa, no depende de España ni de Norteamérica, no depende de Pekín ni de Taipei. Nuestro futuro depende sólo de nosotros mismos. Seamos de una buena vez maduros como paraguayos y libres como humanos.

Elegir nuestro futuro, solo de nosotros depende, pero de todos nosotros.