LOS GIGANTES DE ASIA, EL CENTRO DE GRAVEDAD DEL SIGLO XXI

Al concluir 2008, China pasó a Alemania en el total de bienes y servicios producidos, el famoso Producto Bruto Interno. Quedó tercera detrás de EE.UU. y Japón. Al comenzar ahora la nueva década, está pasando a Japón, arañando los US$ 5 billones (millones de millones) de PBI. Y cuando esta década que comienza concluya, estará peleando la vanguardia con EE.UU., que con US$ 14,7 billones hoy luce inalcanzable. En veinte años se dan vuelta todos los perfiles y debemos hacer de nuevo las cuentas y modificar nuestras perspectivas y comportamientos. Pero hay más.

Los aeropuertos de Beiging y Osaka resultan emblemáticos, más del futuro que del presente. Extraordinarios. El de Osaka se encuentra en una isla artificial construida con un proyecto del genio arquitectónico italiano de Renzo Piano. El de la capital china es un armonioso monstruo gigantesco de volúmenes ligeros proyectado para las Olimpíadas del año pasado, que terminaron de consagrar al que era el Imperio del Medio como la nueva superpotencia del siglo XXI.

Esta semana se difundió la noticia: China es ahora el primer exportador absoluto del mundo, con 1,07 billones de dólares en los doce meses que concluyeron en noviembre, con Alemania que retrocedió al segundo lugar, con 1,05 billones. Los germanos están contentos porque China es un gran cliente. Otro dato, más inquietante: China es ya la segunda nación militar del planeta. Ha desplazado a Rusia y mira por debajo sólo a Estados Unidos.

Las cifras giran en la cabeza con los desconciertos, sueños y desvelos que producen los cambios de huso horario. Pocos días de paseo pero suficientes para calibrar cuánto se ha quedado atrás Europa, cuánto cuenta menos, como se vio en el Congreso Mundial del Cambio Climático de Copenhague, que sancionó el nacimiento del G-2, el Grupo de los Dos, o sea EE.UU. y China que deben lograr los acuerdos estratégicos para que este mundo difícil no se haga más ingobernable. En Japón hacen referencia al G-4. Agregan Japón y la Unión Europea al verdadero Directorio del Mundo. Pero es una ilusión. El G-2 es la realidad.

China aumenta el ritmo del crecimiento. Entre setiembre y diciembre creció el 9% y en 2010 apunta a superar el 8%. Atrás viene la India con el 6,4%. Para tenerla también en cuenta con sus más de mil millones de habitantes.

En Japón los problemas son muy diferentes. Los nipones padecieron el desastroso estallido de la burbuja financiera originada en el mercado inmobiliario a comienzos de los ’90. Estaba saliendo con fatiga de aquel trauma y ahora ha sido embestido en pleno por la crisis global. Los problemas sociales se han multiplicado y en el país del sol naciente se mastica amargo la sensación de la decadencia. Desde setiembre hay un nuevo gobierno de centroizquierda tras décadas de predominio de los conservadores liberaldemocráticos. El joven ministro de Finanzas, Naoto Kan, dijo en diciembre sin ambages que Tokio quiere un yen débil para recuperar el nivel de exportaciones de los años de gloria. Antes se decía: "¿Cómo se cambia un empleo en Japón?" Respuesta: no se cambia. Un desocupado era una rareza, apenas un 1% del total. Ahora se ha llegado al 5,2% y es un drama porque en este país perder el trabajo es una gran vergüenza.

Al lado de la China victoriosa, Japón se debate en la impotencia. Su economía ha crecido apenas el 0,2% en el tercer trimestre y aunque el nivel de vida sigue siendo alto, las fiestas de fin de año lucieron en tono menor en Osaka, Hiroshima, Nara y Kyoto, las ciudades que visitó Clarín.

El estancamiento económico llevó a construir una deuda de pesadilla para estimular la actividad productiva. Actualmente llega al 200% del PBI, el doble de Italia que es un pecador siempre señalado en la Unión Europea.

El musculoso dragón de Han cuenta con un mercado interno de 1.300 millones de personas, con franjas interminables de campesinos que se incorporan al mercado del trabajo a bajo precio. Con un décimo de esa población, mucho más envejecida además, el dragón japonés tiene que adaptarse a los nuevos tiempos y afrontar la tristeza de los problemas sociales que se creían superados con el pleno empleo y la disciplinada lealtad de la población al modelo nacional shintoísta y al emperador.